Viejos poemas que ya no tienen sentido

Os dejo otro poema viejo. Éste lo escribí para una pintora de la que me enamoré en un curso de alemán.

A UNA PINTORA DISTRAÍDA

Hoy ha recibido mi alma
el don de la alegría.
De tus manos llegó el presente
y de tus labios,
sonrientes,
el perdón de mi pasado.

Porque, sin proponértelo,
entre pinceles y telas
me diste un cesto carmesí
lleno de letras,
para que mi verbo pudiera,
por fin,
surcar de nuevo
este mar de papel
donde nadan versos salvados
de naufragios pasados.

Para mis labios eres mujer.
De mis palabras, musa eres.

Ni me besarás
ni me has besado.
¿Importa, acaso?
Gracias a tu regalo
mi pluma cobarde
vuelve a hacer de arado.
¿Es tan importante el acto?
En absoluto,
pues ya mi imaginación
escribiéndote ha volado
y, libre e incorpórea,
tu cuerpo descubre
mientras la ciudad
entre luces se duerme.

Para mi sexo eres mujer.
De mis noches, musa eres.

Sé que nunca te tendré.
Es otro el que yace
en tu lecho vestido
de lienzos por ti pintados.
Todos los necios
aman y son amados.
De mí harían burla
al verme derrotado
por quien, a tu lado,
todas las noches goza.
Ah, infelices,
no pueden ver que,
en realidad,
yo soy más afortunado,
pues él es correspondido
pero yo…
yo he sido inspirado.

Para mis ojos eres mujer.
De mi lengua, musa eres.

¿Por qué debería
suplicarte un beso
o mendigar tu amor
si ya todo me lo has dado?
Tú haces que cada mañana
el cielo sea diferente
y eso, para mí…
es suficiente.
Y cuando llegue el día
en que deba olvidarte
no pienso llorarte.
¿Acaso no me has concedido ya
mucho más
de lo que otras
me negaron?
No espero que tú
mi pecho beses temblando.
A mi corazón le basta
con latir enamorado.

Como aquel republicano
que cruzó la frontera
con los bolsillos llenos de tierra,
así yo, en mi derrota,
desnudo ante la soledad
sólo llevaré este poema.
Para los besos
que no te di
habrías sido mujer.
De estos versos
musa has sido.
Y si largo es el olvido
eterno ha de ser mi querer.

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