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Mostrando entradas de 2007

Ante un proyecto nuevo

Hace ya casi un mes que estoy escribiendo una nueva novela. Llevo escritas unas cincuenta páginas a espacio y medio, divididas en ocho capítulos. Del argumento no puedo explicar demasiado, ya que creo que es mejor no hacer demasiada publicidad de la novela hasta que esté registrada, pero sí que debo decir que es una historia mucho más interesante y atrayente que la de mi anterior novela. En pocas palabras, trata de un negro literario, si bien hay muchas más complicaciones en la trama literaria que hacen que la novela sea, a mi entender, mucho mejor que mi primera obra. Tengo firmes esperanzas de poder publicar esta segunda novela, si bien aún no la he acabado, aunque reconozco que será complicado que me quede como desearía y que tenga suficiente tiempo para escribirla. De hecho, el principal impedimento para acabar la novela es que, al llegar a casa, después de ocho horas de estar sentado enfrente del ordenador, si me vuelvo a poner enfrente del teclado la espalda y los brazos se me ac

Una de cal y otra de arena

En los dos últimos días he recibido contestación de dos editoriales a las que les envié el libro. Una me ha dicho que no. Según ellos, "no hay duda de que es una novela original, pero debemos seleccionar nuestros títulos por muchos otros motivos, entre los cuales no es menor nuestra confianza en poder comercializar una obra adecuadamente." Era una editorial pequeña, que trataba con temas relacionados con Galicia, y en la que tenía puestas bastantes esperanzas de poder publicar con ellos. La otra editorial me ha dicho que sí, pero hay un gran inconveniente. Se llama Nuevos Escritores, y se encarga de publicar la obra en coedición con el autor, lo cual quiere decir que yo tendría que poner la nada desdeñable cifra de 2450 euros para ver mi sueño cumplido. Dicen que con la venta de los ejemplares que me tocan por contrato ya amortizo de sobras esa cantidad de dinero, pero, claro, yo no me veo capaz de vender los doscientos ejemplares que debería de vender. Por otro lado, todaví

A la caza del agente

Llevo varios días telefoneando a algunos de los nombres que aparecen en una lista de agentes literarios que he encontrado en internet. La mayoría están de vacaciones, y muchos otros ya no aceptan manuscritos, debido a la enorme cantidad de trabajo. He podido enviar muestras de mi trabajo a algunos agentes, y ahora sólo es cuestión de tiempo que me digan algo al respecto. Intento no hacerme excesivas ilusiones: publicar sería para mí un motivo de orgullo y de satisfacción, pero poco más. Ya he comenzado a escribir fragmentos de una segunda novela, pero casi no tengo tiempo para dedicarle. El motivo es que voy a comenzar a trabajar a jornada completa con mi padre, y eso hará que no pueda quedarme por las tardes en casa escribiendo. De todas maneras, no es algo que me haga sentirme mal, pues el trabajo de mi padre cada día me gusta más, si bien reconozco que no es todo lo estimulante que desearía. Ahora bien, creo que estoy llevando a la práctica buena parte de las enseñanzas del psicólog

Todo fluye, nada permanece

Hace unas tres semanas me despidieron. Estaba trabajando de profesor en un colegio, de nuevo, a pesar de que no es la profesión tan bonita que me esperaba que fuera. Me habían contratado para suplir una baja, ya llevaba casi tres meses y estaba bastante satisfecho de cómo me iba. Sin embargo, durante el último mes la actitud de los alumnos había empeorado considerablemente. Un día la jefa de estudios quiso hablar conmigo para decirme que había recibido quejas de padres con respecto a mí. Según los niños, yo explicaba poco, corregía muy rápido, les había insultado – únicamente les había dicho que eran una clase pésima, pero como no saben que quiere decir esa palabra… - y que en mis clases había muy poca disciplina. Yo me defendí como pude, le dije lo que hacía en mis clases y aclaré lo de los supuestos insultos, pero la semana pasada se lió todo. Cuando estaba echando de clase a un chaval de los más problemáticos, y le estaba indicando el trabajo que debía hacer fuera de clase, no se le

Adiós a Pili

El jueves pasado Pili y yo lo dejamos definitivamente. No fue un “hasta nunca” cargado de ira o de resentimiento del uno contra el otro. No fue tampoco un adiós definitivo ni una invitación definitiva a dejarnos de ver para siempre. No. Simplemente ella fue muy sincera conmigo y me dijo que no se veía con fuerzas para pasar el resto de su vida conmigo. Me dijo algo que a veces yo también había pensado, algo a lo que yo también le había dado vueltas y que muchas veces me había resistido a decirle claramente o a pensarlo en esos mismos términos. Somos muy buenos amigos y lo seguiremos siendo en el futuro, no hubo ni una sola palabra llena de resentimiento en nuestra despedida. Simplemente vimos que nos convenía más ser amigos que pareja formal. Quién sabe si algún día volveremos a ser novios, si nos arrepentiremos de habernos dicho adiós y querremos volver a estar juntos en un futuro. Lo que está claro es que somos buenos amigos, pero quizá no era lo más conveniente que siguiéramos junto

Casi de vacaciones

Lo mejor de la profesión de maestro es, sin lugar a dudas, las vacaciones. Disponer de casi tres meses de vacaciones retribuidas al año puede parecer un privilegio, pero es una auténtica necesidad que el duro trabajo acaba imponiendo. Después de nueve meses aguantando las tonterías, estupideces, insubordinaciones y faltas de respeto de los alumnos, lo mínimo que necesita un profesor es un buen período de tiempo de calma y tranquilidad antes de volver a enfrentarse a los treinta energúmenos de cada clase. Es el factor que más tuve en cuenta a la hora de elegir profesión, junto al sueldo y a la cantidad de ofertas de trabajo que hay de profesor. Poco a poco me voy acostumbrando a las cosas buenas y malas de la profesión, y depende del día le hago más caso a unas que a otras. Pasado mañana comienzo las vacaciones de Semana Santa, me voy con Pili a Munich y antes pasaré cinco días durmiendo hasta las tantas y disfrutando de mi tiempo libre. Después de las vacaciones vendrán dos meses más d

Réquiem por el mundo ideal

Una de las cosas que vengo trabajando desde hace tiempo con mi psicólogo es mi tendencia a refugiarme en el ideal y a no querer asumir la vida como es. Por una parte hemos visto como eso me lleva directamente a la enfermedad, y, por otro, también hemos visto que soy tan extremadamente perfeccionista que me cuesta mucho aceptar que las cosas no son como yo querría que fuesen. Pues bien, algo tiene que cambiar dentro de mí porque, de lo contrario, no seré capaz de estar satisfecho con mi vida y de ver ese reverso agradable que comentaba el otro día. No sé donde está la razón de tanta insatisfacción, supongo que tiene que ver el hecho de haber pasado tanto tiempo disfrutando de un montón de horas de tiempo libre que han provocado una tendencia enfermiza a querer refugiarme en esas actividades que hacía en mis horas muertas cada vez que la realidad no me gusta. Hace unos años era sobretodo la guitarra, quería aprender a tocar muy bien, quería incluso ganarme la vida con ello, y pensaba que

Sonrisas de la vida

Desde hace poco la vida me vuelve a sonreír. He encontrado trabajo de profesor, cómo no, pero llevo mejor esta sustitución que la primera que hice. Supongo que debe ser la experiencia, que hace que no me desespere tanto, ni pierda la paciencia con la facilidad con que lo hacía antes, o quizá es debido a que, al dar casi todas las clases durante las primeras horas de la mañana, los niños están más calmados. Sea como sea, estoy contento porque me estoy demostrando que puedo volver a hacer de profesor, la profesión que, aunque llena de desilusiones y desengaños, es la que he escogido. Es cierto que también tiene sus cosas buenas, entre ellas el tiempo libre y el sueldo. De aquí a tres semanas tendré vacaciones de semana santa y podré mirarlo todo con más calma, me iré con Pili a Munich y desconectaré de todo durante unos días que me irán la mar de bien para afrontar el duro final de curso con más fuerzas. Como todo profesor, a veces me enfado mucho, grito más de lo necesario, me desespero

Por qué escribir

A veces me pregunto por qué escribo. No le encuentro una justificación lógica, pues la verdad es que hay muy poca gente que me lee, y el gran proyecto del año pasado, la novela de la cual escribí cien páginas en Julio, está embarrancada y en punto muerto, por falta de inspiración y de tiempo. Muchos escritores han afirmado que ellos escribían por necesidad, y supongo que algo de eso debe de haber. En mi caso, quizá es la necesidad de sentir que no pierdo todo mi tiempo libre estirado en la cama mirando las musarañas que cuelgan del techo. Si hubiera escrito este post hace unos meses, antes de enfermar, habría dicho algo sobre la eternidad, sobre la permanencia después de la muerte, sobre la inmortalidad de la palabra y la necesidad del ser humano de sentir que sobrevive a su muerte física en forma de caracteres impresos. Pero seamos realistas: eso sólo lo consiguen unos pocos elegidos que se pueden dedicar a escribir y que publican y venden lo que publican. No es mi caso, así que sólo

La eterna desilusión vital

He llegado a la conclusión de que la universidad no te prepara en absoluto para la vida real. Durante unos cuantos años de tu vida estudias con ilusión, te emocionas ante la belleza de lo que te enseñan, te admiras de los descubrimientos que otros han realizado y piensas que, con un poco de suerte, quizá tu nombre salga en los libros de texto. Desde todos lados intentan convencerte de que el conocimiento es algo útil y hermoso, que el ser humano se vuelve más humano y menos animal cuando se culturiza y se dedica a cultivar su intelecto y su inteligencia de las formas más refinadas. Y toda esta visión se viene abajo cuando uno tiene que enfrentarse con la realidad cotidiana del trabajo. Debe ser que aún tengo una vena filosófica profunda y me resisto a que quede definitivamente muerta ante la muchas veces decepcionante realidad. Digo todo esto porque ayer me inscribí a una oferta de trabajo y hoy he leído en internet las opiniones de gente que había trabajado con ellos. Horarios

El ordenador ahorcado

Hoy se nos ha colgado el ordenador en la oficina. Ha cundido el pánico, el caos ha sido insoportable, las oficinistas ya pensaban en el suicidio colectivo y hasta mi padre – el jefe siempre sereno de la empresa – ha suspirado con un gesto intranquilo. Y es que no hay nada peor que se te estropee todo el sistema informático de la empresa y nadie pueda trabajar durante las horas estipuladas en el contrato por un problema ajeno a su voluntad. Vivimos en un mundo empresarial preso de la informática, todo lo que antes llevaba horas realizar con una calidad mediana ahora puede hacerse en cuestión de segundos gracias a un simple clic. Pero también en la informática existe el lado oscuro de la fuerza: ¿a quién no se le ha colgado nunca el ordenador, teniendo que dejar un trabajo a medias, o no pudiendo utilizar internet durante los días que más lo necesitas? Gracias a Bill Gates los ordenadores del 99 % de oficinas del mundo llevan un sistema operativo lleno de errores que se bloquea cada tres

Se acabó

Hoy he cogido el alta, lo cual quiere decir, poco más o menos, que la enfermedad ya ha pasado y que debo volver a trabajar de profesor. La he cogido porque el viernes tengo una entrevista para un colegio, y lo más probable es que me cojan para hacer de profesor en horario de mañanas durante unas tres semanas. No me daré cuenta y ya se me habrá acabado el contrato, y yo habré ganado, a cambio, una renovada fuerza y confianza en mí mismo si todo va bien. Si todo va mal, y las clases se me ponen cuesta arriba, me consuela el hecho de pensar que sólo serán entre tres y cuatro semanas de clase. Tengo ganas de comenzar de nuevo y de demostrarme que el paréntesis obligado de la enfermedad sólo ha sido un accidente. El médico insiste siempre en que puedo hacer de profesor, no me lo prohíbe, y yo le creo y confío en volver a ser el que siempre he sido. Como me dijo ayer, a pesar de que esta vez la crisis ha sido mucho más fuerte que otras veces, la recuperación ha ido mucho mejor. Supongo que t