¿Qué es un pixapins?
Es probable que
algún lector haya oído alguna vez a un catalán de pura cepa, de los de
barretina y vino en porrón, llamar despectivamente “pixapins” a un urbanita
llegado a su pueblo para recoger setas o dar un paseo por el bosque. “Pixapí”
es un término que los catalanes que viven en pueblos medianos y pequeños
utilizan para referirse a los barceloneses y demás habitantes de las ciudades
con cierto desdén. Significa, literalmente, “mea pinos”, o sea, una persona a
la que se le ocurre orinar o defecar en un pino durante un paseo en el bosque
porque, al ser de ciudad, no ha pensado en hacer sus necesidades antes de salir
de paseo. Como podéis observar en la magnífica ilustración de Sergi Padró que
encabeza este artículo, un “pixapins” es la versión catalana del dominguero.
Los “pixapins”
acostumbran a ser de Barcelona o de su Cinturón Rojo, es decir, de las ciudades
y pueblos que rodean a la gran ciudad, como Hospitalet, Santa Coloma o
Badalona. En estas ciudades y pueblos las características de muchos de sus
habitantes difieren en algunos aspectos de las del resto de catalanes. No es
únicamente una cuestión de familiaridad con los pinos y las setas, que también,
sino que las diferencias incluyen temas espinosos como la lengua, la cultura,
el sentimiento de pertenencia y la opción política, tema que trataremos en
otros artículos.
Según la entrada
de la Viquipèdia dedicada a los motes que tienen
los habitantes de Barcelona, este mote se originó durante los años sesenta,
cuando los domingueros barceloneses se dirigían en masa a Cadaqués, Begur
y otros lugares de la Costa Brava y colapsaban las
carreteras con sus autos. Debido a que podían estar parados durante horas y las
carreteras discurrían entre bosques de pinos, los voluntariosos urbanitas no
tenían otra manera de aliviar su vejiga que orinando sobre dichos árboles.
No es la única
palabra “bonita” que reciben los barceloneses en sus excursiones al campo. Es
también habitual oír la palabra “camacu”, que por deformación significaría “qué
bonito”. El origen es el habitual uso de esta expresión cuando un barcelonés
expresa su admiración por algún objeto o paisaje que al habitante del campo se
le antoja de lo más cotidiano, como puede ser una montaña, un pino o un puente
sobre el río Llobregat.
A pesar de que
muchos “pixapins” son también “charnegos” o hijos de “charnegos”,
no hay que confundirlos: el “pixapins” es un excursionista de fin de semana,
que se mueve por el territorio intentando mimetizarse con el entorno y con los
paisanos del lugar, pero que en su intento por parecer auténtico puede acabar
confundiendo un roble con una encina o con un coscojo, para regocijo del
oriundo del lugar que le tomará el pelo en cuanto pueda. El “charnego”, en
cambio, es un español que ha emigrado a Cataluña y que, con mayor o menor
fortuna, ha tratado de integrarse en la sociedad de acogida pero al que se le
nota, ya sea por su manera de pensar o por su manera de hablar, que se siente
más español que catalán. Sobre el conflicto entre “charnegos” y catalanes de
origen se han escrito algunas de las obras más importantes de la literatura
española del siglo XX, como “Últimas tardes con Teresa” de Juan
Marsé, o películas como “La piel
quemada” de José María Forn.
Me gustaría
acabar este artículo con una pincelada de humor típicamente catalán y español.
Al parecer, hace poco ha surgido un grupo llamado Pixapins que ha dedicado una
canción a estos entrañables domingueros. Aquí os dejo un enlace a la canción con
traducción al inglés.
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