Sonrisas de la vida

Desde hace poco la vida me vuelve a sonreír. He encontrado trabajo de profesor, cómo no, pero llevo mejor esta sustitución que la primera que hice. Supongo que debe ser la experiencia, que hace que no me desespere tanto, ni pierda la paciencia con la facilidad con que lo hacía antes, o quizá es debido a que, al dar casi todas las clases durante las primeras horas de la mañana, los niños están más calmados. Sea como sea, estoy contento porque me estoy demostrando que puedo volver a hacer de profesor, la profesión que, aunque llena de desilusiones y desengaños, es la que he escogido. Es cierto que también tiene sus cosas buenas, entre ellas el tiempo libre y el sueldo. De aquí a tres semanas tendré vacaciones de semana santa y podré mirarlo todo con más calma, me iré con Pili a Munich y desconectaré de todo durante unos días que me irán la mar de bien para afrontar el duro final de curso con más fuerzas. Como todo profesor, a veces me enfado mucho, grito más de lo necesario, me desespero al ver el pésimo nivel que tienen los alumnos en la mayoría de las asignaturas, pero no todo es negativo. Como dije hace ya algún tiempo, hay clases buenas que se merecen que te esfuerces por ellos, hay alumnos que aprovecharán mucho lo que les expliques, las vacaciones son buenas, el sueldo es aún mejor, y los compañeros te suelen apoyar al cien por cien.

Todo tiene su cara buena y su cara mala. Durante estos últimos cuatro meses he visto sobretodo la cara mala de mi vida: la enfermedad, la convalecencia, la pérdida del trabajo y la desilusión y confusión de no saber qué hacer con mi vida. Pero ahora todo vuelve a su curso, yo voy adquiriendo más experiencia como profesor, me acostumbro a trabajar más horas aunque no tenga una jornada completa, me curto en esto de soportar a los alumnos y disfruto del tiempo libre que tengo aún y trabajar el doble de horas que el año pasado. La vida vuelve a sonreírme, aunque no sea una sonrisa enorme y llena de calor que haga que me parezca que todo es de color de rosa, sino una media sonrisa que me sirve para que vea las cosas como son: ni perfectas ni maravillosas, pero tampoco trágicas o desastrosas. En esta vida hay muy pocas cosas que no tengan un reverso desagradable o, cuanto menos, molesto. Yo estoy dispuesto a aceptar el reverso de mi profesión, porque también hay momentos buenos y clases que me salen bien, en las que los chavales callan y atienden y trabajan. Me gustaría que todas las clases fueran como las buenas, pero eso no es posible. En el colegio donde estoy ahora tengo la suerte de tener un muy buen horario que me facilita las cosas, además de contar con su situación, en el Eixample, lo cual hace que no haya niños extremadamente conflictivos. El curso pasará, llegará a su fin y yo volveré a sentirme tan satisfecho del curso realizado como el año pasado. Y llegará el verano y podré sentarme ante el teclado durante horas para intentar dar forma a mi novela y, quien sabe, incluso a acabarla.

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