Por qué escribir
A veces me pregunto por qué escribo. No le encuentro una justificación lógica, pues la verdad es que hay muy poca gente que me lee, y el gran proyecto del año pasado, la novela de la cual escribí cien páginas en Julio, está embarrancada y en punto muerto, por falta de inspiración y de tiempo. Muchos escritores han afirmado que ellos escribían por necesidad, y supongo que algo de eso debe de haber. En mi caso, quizá es la necesidad de sentir que no pierdo todo mi tiempo libre estirado en la cama mirando las musarañas que cuelgan del techo. Si hubiera escrito este post hace unos meses, antes de enfermar, habría dicho algo sobre la eternidad, sobre la permanencia después de la muerte, sobre la inmortalidad de la palabra y la necesidad del ser humano de sentir que sobrevive a su muerte física en forma de caracteres impresos. Pero seamos realistas: eso sólo lo consiguen unos pocos elegidos que se pueden dedicar a escribir y que publican y venden lo que publican. No es mi caso, así que sólo puedo decir que escribo porque me gusta y me da la sensación de que es una actividad lo suficientemente atrayente como para que le dedique unos cuantos minutos de vez en cuando. Me libera de algunas tensiones, me produce una cierta sensación de orgullo cuando el texto es bueno, me agrada ver que de vez en cuando produzco algo que vale la pena ser leído, pero nada más.
Trabajo de profesor, tengo que aguantar a ciertos elementos que a veces no sabes como tratar, y hace tiempo que perdí la ilusión de llegar a ganarme la vida con las letras o con un trabajo que fuera mínimamente artístico. A veces uno no sabe sobre qué escribir, pero también es cierto que muchas veces el tema es lo de menos. Uno necesita la intimidad que sólo el teclado del ordenador le proporciona para expresar sentimientos, miedos, frustraciones, esperanzas, ilusiones y desengaños que no se pueden llevar dentro, escondidos en el subconsciente como si fueran clavos que sobresalen del suelo y que están deseando clavarse en la planta de los pies. El primer paso hacia la paz interior es atreverse a ser sincero con uno mismo, y una de las mejores maneras de hacerlo es ponerse a escribir y dejar que aflore lo que tenga que aflorar. De vez en cuando el que escribe se da cuenta de que hay todo un mundo que vale la pena descubrir buceando por las cavidades ocultas del alma. Concibo la escritura como terapia y autoaprendizaje, como introspección que libera la mente de sus habituales trabas y proporciona un bálsamo ante las heridas del día a día. Aunque sólo sea como medicina, la escritura cumple una función más que importante en mi vida. Y aunque sé que nunca viviré de lo que escribo, no por ello me deja de producir un sabor agradable terminar un texto que me ha quedado bien, o reflexionar por escrito de alguna de las cosas que me angustian. Será que llevo un pequeño escritorcillo que nunca dejará de ser un aficionado en mi interior, deseoso de plasmar en palabras mis impresiones. O quizá sólo sea que soy tan egocéntrico que creo que mis ideas y mis pensamientos son más interesantes que los del vecino, y quiero dejar constancia de que soy un geniecillo desaprovechado. Seguro que hay un poquito de las dos cosas. Pero ver el número de comentarios que tengo habitualmente en mi blog hace que me sitúe en el mundo real y rebaje las expectativas que a veces, sin darme cuenta, pongo en esto de la escritura creativa.
Trabajo de profesor, tengo que aguantar a ciertos elementos que a veces no sabes como tratar, y hace tiempo que perdí la ilusión de llegar a ganarme la vida con las letras o con un trabajo que fuera mínimamente artístico. A veces uno no sabe sobre qué escribir, pero también es cierto que muchas veces el tema es lo de menos. Uno necesita la intimidad que sólo el teclado del ordenador le proporciona para expresar sentimientos, miedos, frustraciones, esperanzas, ilusiones y desengaños que no se pueden llevar dentro, escondidos en el subconsciente como si fueran clavos que sobresalen del suelo y que están deseando clavarse en la planta de los pies. El primer paso hacia la paz interior es atreverse a ser sincero con uno mismo, y una de las mejores maneras de hacerlo es ponerse a escribir y dejar que aflore lo que tenga que aflorar. De vez en cuando el que escribe se da cuenta de que hay todo un mundo que vale la pena descubrir buceando por las cavidades ocultas del alma. Concibo la escritura como terapia y autoaprendizaje, como introspección que libera la mente de sus habituales trabas y proporciona un bálsamo ante las heridas del día a día. Aunque sólo sea como medicina, la escritura cumple una función más que importante en mi vida. Y aunque sé que nunca viviré de lo que escribo, no por ello me deja de producir un sabor agradable terminar un texto que me ha quedado bien, o reflexionar por escrito de alguna de las cosas que me angustian. Será que llevo un pequeño escritorcillo que nunca dejará de ser un aficionado en mi interior, deseoso de plasmar en palabras mis impresiones. O quizá sólo sea que soy tan egocéntrico que creo que mis ideas y mis pensamientos son más interesantes que los del vecino, y quiero dejar constancia de que soy un geniecillo desaprovechado. Seguro que hay un poquito de las dos cosas. Pero ver el número de comentarios que tengo habitualmente en mi blog hace que me sitúe en el mundo real y rebaje las expectativas que a veces, sin darme cuenta, pongo en esto de la escritura creativa.
Comentarios
Y si quieres que te lean el blog, haz publicidad!.. visita otros blogs, deja la dirección del tuyo cuando pongas algun comentario, etc... así es como funcionan las redes sociales. Si no te das a conocer nadie te va a conocer, así que si Mahoma no va a la montaña...
Albert
Si te preguntas por qué escribir, la respuesta debe de ser porque quieres que te lean, porque quieres expresarte. Supongo que ya tienes unos cuantos habituales en tu blog, y si quieres que seamos más puedes promocionarlo. Otra obviedad.
Como no hay dos sin tres, tercera obviedad: Si quieres intentar vivir de la escritura sólo tienes que hacer algún trabajo más o menos acabado y luego patearte las editoriales con unas buenas dosis equilibradas de entusiasmo, paciencia, esperanza y resignación. Hay que intentarlo, que no serás el primer escritor que empìeza.
Bueno, ya basta de obviedades. Enhorabuena por tu retorno a las aulas y mucha suerte, que empeño seguro que le pondrás.
Un saludo,
Ismael
amiravidan@gmail.com
Albert