Casi de vacaciones

Lo mejor de la profesión de maestro es, sin lugar a dudas, las vacaciones. Disponer de casi tres meses de vacaciones retribuidas al año puede parecer un privilegio, pero es una auténtica necesidad que el duro trabajo acaba imponiendo. Después de nueve meses aguantando las tonterías, estupideces, insubordinaciones y faltas de respeto de los alumnos, lo mínimo que necesita un profesor es un buen período de tiempo de calma y tranquilidad antes de volver a enfrentarse a los treinta energúmenos de cada clase. Es el factor que más tuve en cuenta a la hora de elegir profesión, junto al sueldo y a la cantidad de ofertas de trabajo que hay de profesor. Poco a poco me voy acostumbrando a las cosas buenas y malas de la profesión, y depende del día le hago más caso a unas que a otras. Pasado mañana comienzo las vacaciones de Semana Santa, me voy con Pili a Munich y antes pasaré cinco días durmiendo hasta las tantas y disfrutando de mi tiempo libre. Después de las vacaciones vendrán dos meses más de trabajo, y después volveré a tener vacaciones, esta vez de dos meses, desde Julio hasta Septiembre. No es la única razón por la que elegí hacer de profesor, pero sí que es el principal motivo por el que intento aguantar y convencerme de que he elegido la mejor opción posible. Hoy me ha sorprendido un tanto oírle comentar a un compañero de trabajo que él no había estado completamente convencido de que se quería dedicar a la docencia hasta su cuarto año como profesor. Parece ser, pues, que las dudas forma parte de la profesión, y que no es hasta pasado un cierto tiempo que uno no tiene bien claro si le compensan los puntos positivos. De todas maneras, tengo muy pocas alternativas: o hago de profesor o realmente no sé de qué hacer, así que intento tomármelo con calma y buscar ese reverso positivo del cual hablaba el otro día. A veces me parece que la realidad es una falacia, que todo depende de la posición que uno adopta para mirar el mundo, y que esa escala de grises que define la realidad depende nuestra mirada y nuestra capacidad de interpretar los hechos de una manera o de otra. Por eso hay que intentar siempre ser positivo y mirar la vida con la intención de ver siempre el vaso medio lleno, porque de verlo medio vacío ya habrá tiempo.

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