El ordenador ahorcado
Hoy se nos ha colgado el ordenador en la oficina. Ha cundido el pánico, el caos ha sido insoportable, las oficinistas ya pensaban en el suicidio colectivo y hasta mi padre – el jefe siempre sereno de la empresa – ha suspirado con un gesto intranquilo. Y es que no hay nada peor que se te estropee todo el sistema informático de la empresa y nadie pueda trabajar durante las horas estipuladas en el contrato por un problema ajeno a su voluntad. Vivimos en un mundo empresarial preso de la informática, todo lo que antes llevaba horas realizar con una calidad mediana ahora puede hacerse en cuestión de segundos gracias a un simple clic. Pero también en la informática existe el lado oscuro de la fuerza: ¿a quién no se le ha colgado nunca el ordenador, teniendo que dejar un trabajo a medias, o no pudiendo utilizar internet durante los días que más lo necesitas?
Gracias a Bill Gates los ordenadores del 99 % de oficinas del mundo llevan un sistema operativo lleno de errores que se bloquea cada tres por cuatro, poniendo los pelos de punta a los trabajadores cada vez que la pantalla se queda quieta y el ratón no se puede mover, cada vez que la impresora se queda sin imprimir o se pierde el informe que te han encargado para esa misma tarde. Pero lo peor no es que el ordenador falle, sino que se supone que no debería fallar, porque los humanos podemos ser todo lo imperfectos que queramos, pero las máquinas se supone que son perfectas, ¿o no es así? Viendo la pantalla de mi ordenador bloqueado, oyendo los gritos de pavor de mis compañeras de trabajo y las súplicas a la Santísima Virgen para que se arreglara sólo el problema, es obvio que las creaciones de un ser tan imperfecto como es el ser humano no pueden ser más que imperfectas, tremebundamente falibles. Ya lo dijo Gödel respecto a las matemáticas hace ya más de medio siglo: ni siquiera las ciencias exactas son perfectas, así que no digamos ya las computadoras. Esa es la verdadera rebelión de las máquinas: nada de Terminators, o guerras contra los humanos. La verdadera insurrección de nuestras creaciones más preciadas se da cuando se nos cuelga y no funciona ni aunque le demos los toquecitos de rigor o apretemos el consabido “ControlAltSupr”.
En nuestra oficina aún tiene un cierto pase que se nos cuelgue el ordenador. Nos estamos un rato con los brazos cruzados hasta que se arregla o hasta que la chica encargada del sistema informático nos dice con voz de mando: “No toquéis nada que voy a reiniciar el servidor” y todos elevamos nuestras preces a San Bit, patrón de las computadoras y a Santa Rita, patrona de los imposibles. Cuando trabajaba en la atención al cliente de Movistar era un auténtico cachondeo el que no nos funcionara el ordenador. Se suponía que todas las gestiones las debíamos realizar vía internet, así que cuando nos fallaba el sistema teníamos incluso un mensaje ya estandarizado con el cual debíamos de intentar tranquilizar al cliente, emplazándolo a que llamara más tarde, sin poder asegurarle a qué hora estaría arreglado, y pidiéndole mil y una disculpas por las molestias ocasionadas. Llegamos a estar toda una semana sin poder realizar ningún tipo de gestión porque a los lumbreras del sistema informático no se les ocurrió otra cosa que hacer pruebas con la nueva aplicación informática que había de sustituir a la vieja durante el día, colapsando el sistema. En un principio, me ponía de los nervios tener que decirles a los clientes que no funcionaba nuestro servicio informático y que no podíamos realizarle ninguna de las gestiones que nos pedía, pero con el tiempo me fui acostumbrando y no me dolía en absoluto repetir como un loro un mensaje que acabé por aprenderme de memoria y que yo adornaba con frases de mi cosecha que enfatizaban que estábamos trabajando para arreglar el desaguisado, cosa que no sucedía para nada.
En fin, que todos necesitamos urgentemente que, en vez de un nuevo Windows, Microsoft consiga por fin diseñar un sistema operativo que no se cuelgue. Pero me parece que, mientras tanto, tendremos que seguir armándonos de paciencia ante los fallos de esas máquinas que se han convertido en imprescindibles en nuestra vida cotidiana.
Gracias a Bill Gates los ordenadores del 99 % de oficinas del mundo llevan un sistema operativo lleno de errores que se bloquea cada tres por cuatro, poniendo los pelos de punta a los trabajadores cada vez que la pantalla se queda quieta y el ratón no se puede mover, cada vez que la impresora se queda sin imprimir o se pierde el informe que te han encargado para esa misma tarde. Pero lo peor no es que el ordenador falle, sino que se supone que no debería fallar, porque los humanos podemos ser todo lo imperfectos que queramos, pero las máquinas se supone que son perfectas, ¿o no es así? Viendo la pantalla de mi ordenador bloqueado, oyendo los gritos de pavor de mis compañeras de trabajo y las súplicas a la Santísima Virgen para que se arreglara sólo el problema, es obvio que las creaciones de un ser tan imperfecto como es el ser humano no pueden ser más que imperfectas, tremebundamente falibles. Ya lo dijo Gödel respecto a las matemáticas hace ya más de medio siglo: ni siquiera las ciencias exactas son perfectas, así que no digamos ya las computadoras. Esa es la verdadera rebelión de las máquinas: nada de Terminators, o guerras contra los humanos. La verdadera insurrección de nuestras creaciones más preciadas se da cuando se nos cuelga y no funciona ni aunque le demos los toquecitos de rigor o apretemos el consabido “ControlAltSupr”.
En nuestra oficina aún tiene un cierto pase que se nos cuelgue el ordenador. Nos estamos un rato con los brazos cruzados hasta que se arregla o hasta que la chica encargada del sistema informático nos dice con voz de mando: “No toquéis nada que voy a reiniciar el servidor” y todos elevamos nuestras preces a San Bit, patrón de las computadoras y a Santa Rita, patrona de los imposibles. Cuando trabajaba en la atención al cliente de Movistar era un auténtico cachondeo el que no nos funcionara el ordenador. Se suponía que todas las gestiones las debíamos realizar vía internet, así que cuando nos fallaba el sistema teníamos incluso un mensaje ya estandarizado con el cual debíamos de intentar tranquilizar al cliente, emplazándolo a que llamara más tarde, sin poder asegurarle a qué hora estaría arreglado, y pidiéndole mil y una disculpas por las molestias ocasionadas. Llegamos a estar toda una semana sin poder realizar ningún tipo de gestión porque a los lumbreras del sistema informático no se les ocurrió otra cosa que hacer pruebas con la nueva aplicación informática que había de sustituir a la vieja durante el día, colapsando el sistema. En un principio, me ponía de los nervios tener que decirles a los clientes que no funcionaba nuestro servicio informático y que no podíamos realizarle ninguna de las gestiones que nos pedía, pero con el tiempo me fui acostumbrando y no me dolía en absoluto repetir como un loro un mensaje que acabé por aprenderme de memoria y que yo adornaba con frases de mi cosecha que enfatizaban que estábamos trabajando para arreglar el desaguisado, cosa que no sucedía para nada.
En fin, que todos necesitamos urgentemente que, en vez de un nuevo Windows, Microsoft consiga por fin diseñar un sistema operativo que no se cuelgue. Pero me parece que, mientras tanto, tendremos que seguir armándonos de paciencia ante los fallos de esas máquinas que se han convertido en imprescindibles en nuestra vida cotidiana.
Comentarios
Funciona mejor i es más "cool"
Albert