De reseñas, críticas, escritores y otros dioses

Los que me conocéis ya sabéis que llevo casi nueve años intentando publicar. De hecho, desde que comencé este blog allá por 2005 me venía rondando tal idea. Mi primera novela, con una buena dosis de autobiografía, fue iniciada en julio de 2006 y terminada casi un año y medio y muchas penas después.
Desde febrero de 2011 cuento con los servicios de una agente magnífica, Angela Reynolds, que siempre me aguanta y me descuelga el teléfono para que me desahogue, pero que, debido a la crisis económica y a la crisis editorial, todavía no ha conseguido que pudiera ganar más de 10 euros en concepto de royalties.

Durante este tiempo he publicado en formato e-book, como podéis ver en otras entradas de este blog, pero de manera pésima. La editorial on-line que me publicó mi libro no lo promocionó en absoluto, porque, como he dicho en otras ocasiones, ellos viven de tener cientos de títulos y vender muy poquitos ejemplares de cada uno, con lo cual los autores noveles lo tenemos muy jodido.

Este enero leí por casualidad un artículo sobre la generación Kindle, y compré un libro de una autora que, allá por 2007, compartía sus inquietudes literarias con muchos otros aspirantes a escritor en un foro de Bibliotecasvirtuales. Se llama Marta Querol Bénech, y creo que a algunos de los que me leen les debe de sonar. No he leído su libro, aunque creo que puede estar bien, ya que de otro modo no lo habría comprado. En el artículo se hablaba de ella y otros autores que habían conseguido publicar con una editorial tradicional después de vender miles de ejemplares en internet. Se me puso una cara de tonto enorme al comprobar que ellos habían conseguido lo que yo ansiaba tanto, y que tantas veces había estado tentado de hacer. Ellos habían autopublicado y ahora eran escritores, mientras que yo, que había conseguido una agente y había buscado una editorial "de verdad" me comía los mocos con la uña del dedo índice.

Busqué información sobre ellos y acabé yendo a parar a unos cuantos grupos de Facebook de escritores noveles, en los cuales lo que más abundaba no eran los potenciales compradores, sino los mensajes de spam del tipo "este libro es la repolla en vinagre y tú aún no lo sabes", "esta novela es mil veces mejor que Crepúsculo y además es más barata", como si el libro de Stephanie Meyer fuera una puta obra maestra. Yo leía de vez en cuando a algún compañero de sueños, y alguno encontré que valía la pena, pero, después de escribir unos cuantos post, decidí que no valía la pena continuar escribiendo en esos foros. Tengo un niño de tres años y estaba a punto de tener gemelas, así que no podía perder el tiempo buscando lectores para mis obras mediante el bombardeo sistemático de mensajes de márketing cutre.

Un día vi que una de los miembros de esos foros se lanzaba a la aventura de publicar un blog de reseñas crudas, sanguinolentas y cabronas de esos "maravillosos libros" que tantos y tan buenos literatos publicaban, y la idea me agradó. Les envié varias novelas y, como pienso que las críticas ayudan a mejorar, esperé varios meses con el corazón en vilo a que criticaran alguna de mis obras. Les envié mi obra más personal, "El verano de los náufragos", y la que considero que es mi mejor obra, "El hombre bicéfalo". Esperé en vilo a que llegara la crítica, pensando que una crítica buena haría que se vendiera mejor mi obra, y el 1 de abril, cautiva y derrotada mi pluma, leí la crítica de alguien que, en principio, sabía que tenía cierto criterio literario.

"No sé si este libro es carroña o una genialidad", decía la crítica en cuestión. Pero por el tono en que escribió la crítica y por otras cosas que decía, parecía más bien decantarse por la primera posibilidad. Sé que "El hombre bicéfalo" no es una obra agradable, ni mucho menos, pero precisamente porque está escrita como una crítica y una deformación intencionada de la realidad creo que debía de ser una obra asquerosamente masculina. Los que me conocen personalmente saben que soy una persona poco diplomática, pero yo intenté defenderme tan bien como pude, y les dije, simplemente, que era una novela que normalmente no gustaba al público femenino. Nada más. No dije, porque no lo pienso en absoluto, que no le pudiera gustar a una chica, o que las chicas sean más tontas. En fin, poco más y se lía una de esas discusiones de internautas que sirven únicamente para demostrar que alguna gente tiene mucho tiempo libre.

Como no estaba suficientemente escarmentado, envié "El verano de los náufragos" a otro blog de reseñas, El Jardín de las Malas Hierbas. En este blog sus autoras habían escrito una buena cantidad de consejos y de material muy útil para los aprendices de escritores como yo. Me pasé una semana entera de mi baja de paternidad puliendo el manuscrito de ésta mi primera obra, y cuando la acabé se la envié a las malas hierbas. Supongo que por razones de tipo estudiantil no pudieron leerla en cuanto se la envién, pero este viernes pasado recibí un correo de Urtica Dioica diciéndome que el artículo estaba listo, y que  lo publicaría en breve.

Pues bien, ya tiemblo por leer lo que van a decir de mí. Sé que, como aspirante a escritor, tengo que aceptar que haya gente a la que no le gusten mis obras, por mucho empeño y pasión que haya puesto en ellas. Por lo menos creo que, esta vez, mi obra será juzgada en base a criterios exclusivamente literarios, y habrá algo que eché en falta en la anterior crítica: argumentos técnicos.

A veces pienso que es el camino lógico en todo este rollo de la literatura digital: en algún momento alguien tendrá que poner orden y concierto y decir qué autores valen la pena y cuáles son un refrito de Dan Brown, Belén Esteban y Maria de la Pau Janer. Supongo que, por ese motivo y no otro, envié mi escrito a un blog de reseñas en internet. No creo que aumente mis ventas, pero espero que, por lo menos, la crítica me deje un buen sabor de boca y sienta que, por fin, alguien me da una palmada en mi espalda y me dice: "Chaval, no escribes del todo mal".




Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Qué es un pixapins?

La finalidad bendita de enseñar música

La dulce espera