Aportación al significado del término "Mesías"
Primero de todo, he de decir que me considero de izquierdas, cristiano y budista. Dicho esto, espero que lo que a continuación expongo se interprete desde esta triple perspectiva. La izquierda ha dejado que la derecha se apropiara de los términos “cristiano” y “familia”, y a día de hoy esta misma izquierda que necesita reinventarse no sabe a qué acogerse. En este humilde post expongo algo que no es sólo un deseo, sino también una necesidad: que la izquierda vuelva a acercarse a esos dos términos que desechó en el pasado, fruto quizá de un exceso de celo durante lo que Nietzsche denominó el “carnaval de los valores”.
La palabra Mesías es una palabra atrayente ya desde las primeras épocas del cristianismo. Jesús no admite ser él Mesías hasta que ya queda bien poco para que lo cruficiquen en Jerusalem. ¿Por qué no quiere Jesús decirnos que es él el tan deseado Mesías? Porque sabe que el Mesías sólo es un símbolo de aquello que el ser humano puede llegar a ser si elige correctamente, si se elige a sí mismo en la lucha diaria contra uno mismo. El Mesías no es de este mundo, porque es el ser humano del mañana, es el niño que todos llevamos dentro y que vive cada momento como si fuera un momento único, completando así la maravilla de la creación en cada uno de sus actos. El Mesías es el genio, aunque esta palabra no me gusta pues es un tanto elitista, pero es válido el razonamiento si entendemos que Jesús es un hombre completo que busca llevarnos a este eterno amanecer del día a día, esta alegría suprema que es que cada acto que realizamos sea vivido como si fuera una obra de arte.
Así es como viven cada momento los niños, con los ojos eternamente abiertos e iluminados. Por eso Jesús dice que quien no sea como un niño no podrá entrar en el reino de los cielos, y por eso Nietzsche nos pone la imagen del niño como encarnación final del superhombre. El superhombre no es superior en el sentido usual del término, no está por encima del hombre, sino que es un hombre renacido a la verdad, a la inmediatez del momento, a la pura y llana simplicidad de vivir cada momento como lo que es, un instante único y mágico que sólo ocurrirá una sola vez.
La izquierda debe volver a su origen utópico y reivindicar esta idea de superhombre, de ser humano mejorado que es el niño a voluntad, el vivir cada momento como si se paladeara el mejor de los manjares y no hubiera –porque en efecto no la hay– marcha atrás. La única manera que tiene el ser humano de volver a vivir la infancia es siendo padre de una nueva criatura. Es el momento mágico que da sentido a todo. Muchos enfermos mentales recaen en sus males cuando tienen una criatura, porque el niño que nace de nuestros genes nos trae el regalo más grande de todos: la vuelta a la época de la infancia, cuando todo era posible y la palabra “no” sólo la utilizaban los mayores para nuestro bien, y aún no habíamos aprendido a usarla para delimitar nuestras ilusiones y convertirnos en seres eternamente frustrados.
El Mesías es el niño que llevamos dentro, que se revela en nosotros cuando tenemos una criatura, como creo que es mi caso y el de muchos otros padres. Eso me llevaría a hablar de otro tema del que prometo hablar en futuros posts: la superación del estereotipo del macho y la recuperación como arquetipo masculino de la figura del padre.
La palabra Mesías es una palabra atrayente ya desde las primeras épocas del cristianismo. Jesús no admite ser él Mesías hasta que ya queda bien poco para que lo cruficiquen en Jerusalem. ¿Por qué no quiere Jesús decirnos que es él el tan deseado Mesías? Porque sabe que el Mesías sólo es un símbolo de aquello que el ser humano puede llegar a ser si elige correctamente, si se elige a sí mismo en la lucha diaria contra uno mismo. El Mesías no es de este mundo, porque es el ser humano del mañana, es el niño que todos llevamos dentro y que vive cada momento como si fuera un momento único, completando así la maravilla de la creación en cada uno de sus actos. El Mesías es el genio, aunque esta palabra no me gusta pues es un tanto elitista, pero es válido el razonamiento si entendemos que Jesús es un hombre completo que busca llevarnos a este eterno amanecer del día a día, esta alegría suprema que es que cada acto que realizamos sea vivido como si fuera una obra de arte.
Así es como viven cada momento los niños, con los ojos eternamente abiertos e iluminados. Por eso Jesús dice que quien no sea como un niño no podrá entrar en el reino de los cielos, y por eso Nietzsche nos pone la imagen del niño como encarnación final del superhombre. El superhombre no es superior en el sentido usual del término, no está por encima del hombre, sino que es un hombre renacido a la verdad, a la inmediatez del momento, a la pura y llana simplicidad de vivir cada momento como lo que es, un instante único y mágico que sólo ocurrirá una sola vez.
La izquierda debe volver a su origen utópico y reivindicar esta idea de superhombre, de ser humano mejorado que es el niño a voluntad, el vivir cada momento como si se paladeara el mejor de los manjares y no hubiera –porque en efecto no la hay– marcha atrás. La única manera que tiene el ser humano de volver a vivir la infancia es siendo padre de una nueva criatura. Es el momento mágico que da sentido a todo. Muchos enfermos mentales recaen en sus males cuando tienen una criatura, porque el niño que nace de nuestros genes nos trae el regalo más grande de todos: la vuelta a la época de la infancia, cuando todo era posible y la palabra “no” sólo la utilizaban los mayores para nuestro bien, y aún no habíamos aprendido a usarla para delimitar nuestras ilusiones y convertirnos en seres eternamente frustrados.
El Mesías es el niño que llevamos dentro, que se revela en nosotros cuando tenemos una criatura, como creo que es mi caso y el de muchos otros padres. Eso me llevaría a hablar de otro tema del que prometo hablar en futuros posts: la superación del estereotipo del macho y la recuperación como arquetipo masculino de la figura del padre.
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