La eterna desilusión vital

He llegado a la conclusión de que la universidad no te prepara en absoluto para la vida real. Durante unos cuantos años de tu vida estudias con ilusión, te emocionas ante la belleza de lo que te enseñan, te admiras de los descubrimientos que otros han realizado y piensas que, con un poco de suerte, quizá tu nombre salga en los libros de texto. Desde todos lados intentan convencerte de que el conocimiento es algo útil y hermoso, que el ser humano se vuelve más humano y menos animal cuando se culturiza y se dedica a cultivar su intelecto y su inteligencia de las formas más refinadas. Y toda esta visión se viene abajo cuando uno tiene que enfrentarse con la realidad cotidiana del trabajo. Debe ser que aún tengo una vena filosófica profunda y me resisto a que quede definitivamente muerta ante la muchas veces decepcionante realidad.

Digo todo esto porque ayer me inscribí a una oferta de trabajo y hoy he leído en internet las opiniones de gente que había trabajado con ellos. Horarios abusivos, sueldos bajísimos, jefes que son unos ineptos, formación insuficiente, etc… También había opiniones más ponderadas, que resaltaban también los puntos positivos: un buen trabajo para aprender a programar, horas extras remuneradas en forma de vacaciones, buen ambiente de trabajo, y más etc… que uno no sabe si creer o no. Ayer me las prometía muy felices con esta oferta, y hoy ya no lo veo tan claro. Pero lo que si tengo cada día más claro es que hasta ahora he estado viviendo en un mundo de ensueño, con poco trabajo, pocas horas fuera de casa, con mucho tiempo libre, y eso no es la vida real. De todas maneras, ya no me resulta un choque excesivamente duro para mi sensibilidad el hecho de tener que afrontar la vida como es, la dura vida moderna. Supongo que sobrevivir en este mundo siempre ha sido difícil, tanto en esta época como en las otras. No vale aquello de “Cualquier otro tiempo fue mejor”, puesto que todas las épocas han tenido su qué. Supongo que los cavernícolas no se pasaban diez horas sentados ante un ordenador tecleando códigos por 900 euros al mes, pero a cambio no vivían más de treinta años, se les infectaban las heridas, a veces no tenían que comer y vivían en cuevas sin ninguna de las comodidades que tenemos ahora.

Hace unos meses, cuando empecé mi primer trabajo como profesor, me desanimé mucho y consideré que me habían engañado en la universidad, y que la vida era casi una tragedia porque no había espacio para la cultura, la belleza, la sensibilidad y el arte. Hoy me doy cuenta que no es para tanto, que lo que hay que tener en cuenta es que toda la realidad es, por su propia naturaleza, un tanto insatisfactoria. El ideal no existe, haga lo que haga, y no vale la pena intentar acercarse a él con todas las ganas que uno tenga, sino que es mucho más importante ser capaz de adaptarse a la imperfección de todo lo que nos rodea. La vida no es trágica, simplemente es la vida.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Buena reflexión

Albert
Stratego ha dicho que…
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