Todo fluye, nada permanece

Hace unas tres semanas me despidieron. Estaba trabajando de profesor en un colegio, de nuevo, a pesar de que no es la profesión tan bonita que me esperaba que fuera. Me habían contratado para suplir una baja, ya llevaba casi tres meses y estaba bastante satisfecho de cómo me iba. Sin embargo, durante el último mes la actitud de los alumnos había empeorado considerablemente. Un día la jefa de estudios quiso hablar conmigo para decirme que había recibido quejas de padres con respecto a mí. Según los niños, yo explicaba poco, corregía muy rápido, les había insultado – únicamente les había dicho que eran una clase pésima, pero como no saben que quiere decir esa palabra… - y que en mis clases había muy poca disciplina. Yo me defendí como pude, le dije lo que hacía en mis clases y aclaré lo de los supuestos insultos, pero la semana pasada se lió todo. Cuando estaba echando de clase a un chaval de los más problemáticos, y le estaba indicando el trabajo que debía hacer fuera de clase, no se le ocurrió otra cosa que ponerme los cuernos, y a mí no se me ocurrió nada mejor que cogerlo de la camisa y decirle que parara. Al acabar mis clases por la tarde, me llamó el director al laboratorio y me dijo que deseaba hablar conmigo de inmediato. Me presentó directamente la rescisión del contrato por no haber pasado el período de prueba, y la liquidación correspondiente al mes de Mayo y las pagas extras y vacaciones que no había disfrutado aún.

En principio no me pareció un desastre. Me lo tomé bastante bien, y decidí que iba a cambiar completamente mi orientación profesional, de modo que nunca más haría de profesor. Ahora mismo estoy trabajando con mi padre por las mañanas, y por las tardes continúo haciendo el curso de programación en php que había comenzado una semana antes de que me echaran del colegio. Intento ser optimista, poner al mal tiempo buena cara, y no estar continuamente echando la vista atrás para ver todo lo que he perdido en el corto espacio de un mes. Pero no siempre es fácil sentirse animado y con ganas de luchar por un futuro que ahora mismo no sé dónde me llevará. No me gusta estar como ahora hace dos años, justo después de la gran decepción que supuso para mí mi primer trabajo de profesor en Santa Clara. Todavía no sé cómo me ganaré la vida, puesto que no sé de qué oferta de las muchas a las que me he apuntado últimamente me llamarán. Creo que reorientaré mi carrera profesional hacia la programación, pero tampoco estoy seguro que pueda tirar por ahí, y no sé si realmente me motivará mucho más que el trabajo de profesor, aunque lo que es casi seguro es que será mucho más relajado y tranquilo. Se avecinan una serie de cambios que deberé afrontar de la manera más tranquila y serena posible, sin precipitarme e intentando tener la paciencia suficiente como para no hacer algo de lo que luego deba arrepentirme.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Caminante no hay camino, se hace camino al andar :)

Albert

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