De nuevo Pili

Este pasado fin de semana me fui con mi chica a Calella, a presentarle a mis abuelos y, de paso, darnos un chapuzoncito en la playa a media tarde. No pude quitar de los ojos de mi niñita durante las tres horas que estuvimos estirados sobre la toalla, tomando el sol y charlando. Pili es pequeñita y delgada, con la carita de niña más bonita que una mujer de veintisiete años puede tener. Su barbilla es redondita, dulce, parece una bola de helado puesta del revés, y cuando sonríe sus mejillas se curvan transmitiendo una ternura que desarma el corazón más frío. Sus ojitos marrones brillan con esa luz que sólo las almas hermosas emiten, destellos de un mundo maravilloso en el que los seres humanos desearíamos perdernos de vez en cuando y al cual ella me transporta cada vez que asienta su cabecita en mis muslos y me cuenta como le ha ido el día, cómo se han portado sus alumnos o los trucos que debe hacer para llegar a fin de mes. Pili tiene dos manos pequeñas de dedos finos y cortos que, a pesar de su apariencia débil y frágil, tienen una agilidad y fuerza insospechadas, las suficientes como para hacer vibrar todo mi ser cada vez que se sienta al piano y se deja ir ante las teclas. Y yo me siento embobado al lado del piano, escuchando cada nota que ejecuta con elegancia y precisión, siendo consciente de que soy el hombre más afortunado de la tierra.

Ella y yo aún no hemos discutido, todo es aún demasiado idílico, aún sentimos ese cosquilleo maravilloso en todo el cuerpo cada vez que nos rozamos y nos miramos. Pero el día en que lo hagamos seguro que ninguno de los dos elevará excesivamente el tono de voz, ni se enfadará durante días con el otro. Somos tan racionales que para decirnos lo que no nos gusta del otro nos basta con insinuarlo con algún comentario jocoso, algo de lo que tanto ella como yo andamos sobrados, pues si hay algo que a ninguno de los dos nos falta es ironía, si bien la mía es mucho más insolente que la suya. Su blanca piel tiene aún por delante muchas tardes de verano en la playa para tostarse junto a mí, oyendo el cercano mar como un rumor de cañerías insondables y eternas. Allí, estirados sobre la toalla que mancilla la arena, nos contaremos nuestros secretos más íntimos y compartiremos besos que sabrán a sal y espuma de mar. Mirándola con su bikini rosa no podía evitar desear abrazarla y marcar su piel con la huella de mis besos. Ella sabe bien que su amor es lo mejor que me ha pasado, pues que una chica tan cariñosa, guapa e inteligente te quiera no es algo que te pase todos los días.

Comentarios

Alfredito ha dicho que…
Me alegro de ese amor entre Pili y tú. Que fructifique. Un abrazo. Y besitos a Pili.
Pam ha dicho que…
Qué precioso, Karba. Me ha puesto blandita. Enhorabuena. Nos ha tocado la lotería con nuestros amores... a ver si la conozco pronto!

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