La letra es la puerta del alma

Hace unas semanas se recogieron los trabajos de los alumnos que participarían en los Jocs Florals de este año. Como la tradición manda, cada vez que se avecina Sant Jordi se intenta motivar a los alumnos para que escriban un texto en prosa o un poema que tenga un mínimo de calidad literaria, premiando ese esfuerzo con un trofeo o un lote de libros que anime al ganador a continuar por la senda de la creatividad recién descubierta. Ya que últimamente ha renacido mi vena literaria me ofrecí como voluntario para ser jurado y otorgar el premio a quien reflejara en su escrito un atisbo de expresividad o de belleza que pudiera emocionarme.

Como ya vendría siendo costumbre en mí desde que trabajo de profesor, ahora debería quejarme del bajo nivel de los escritos, del enorme número de faltas ortográficas que cometen los alumnos, de la poca coherencia de ciertos textos y de la falta de ideas con sustancia y de vocabularios más amplios. Pero no son estos “defectos de forma” lo que más me ha llamado la atención al leer los trabajos previamente seleccionados por los profesores de catalán. Lo que más me ha sorprendido ha sido ver el inmenso sufrimiento que expresan varios de los alumnos en sus escritos. En una de las redacciones, una alumna se suicida y hace un repaso del escarnio del que ha sido objeto durante años en la escuela. En otro, un médico le dice a una alumna que tiene cáncer y ella no hace más que preguntarse por qué. En uno que me ha puesto los pelos de punta, un chaval compra un libro que lo estrangula mientras lo está leyendo en su habitación.
En varios de los poemas se habla del sufrimiento que se refleja cada día en las pantallas de televisión, de Bush, de la muerte, de la soledad. También hay que decir que hay escritos que tratan de temas más típicamente adolescentes, como son las primeras relaciones de pareja y los sueños de grandeza deportiva que todo chaval de quince años tiene. Pero no deja de asombrarme la cantidad de veces que aparece la muerte y el llanto en sus escritos.

Lo estoy pasando mal en este mi primer trabajo serio como profesor, pero me doy cuenta, al leer estos escritos, que también mi alumnado sufre, y mucho. Yo no los disculpo, no justifico su mal comportamiento ni creo que sean unos pobrecillos a los que les ha tocado vivir en un mundo desastroso y que su pésima actitud en clase sea una especie de rebeldía contra esta sociedad tan desequilibrada en la que vivimos. Pero si que me parece contemplar, al leer sus escritos, un sufrimiento soterrado y latente que algún día explotará y se manifestará en forma de nihilismo, violencia gratuita, politoxicomanías, anorexias y otras enfermedades mentales, si es que no lo está haciendo ya. Y toda una generación lleva este dolor dentro.

En varias de las redacciones los alumnos indican que sus padres se preocupan más del trabajo que de ellos. Muchos de mis alumnos se portan tan mal simplemente porque quieren llamar la atención, y que alguien les riña y les diga algo, que parezca que alguien se interesa por ellos. Nuestra sociedad ha estado matando a Dios y a todos los valores tradicionales durante estos dos últimos siglos, pero qué duda cabe que el trabajo es un tirano mucho peor que Dios: nos ha robado a nuestros hijos y les ha dejado un vacío dentro que ningún profesor, por muy motivado que esté, puede llenar.

Comentarios

Pam ha dicho que…
Precioso, Karba! Me ha encantado el contenido y el estilo que empleas. Qué triste futuro para las nuevas generaciones.

Entradas populares de este blog

¿Qué es un pixapins?

La finalidad bendita de enseñar música

La dulce espera