Otro año más
Salir en fin de año es como gritarle al árbitro en un partido de fútbol: como todo el mundo lo hace, no pasa nada por ser un tanto maleducado. Que conste que me gusta la fiesta, y pasarlo bien con mis amigos, pero no entiendo porque hay ciertas noches al año - la otra es la de San Juan - en la que parece que haya que rellenar la casilla de juerguista en tu declaración de la renta. Supongamos que eres una persona más bien tranquilita, que no bebes, que no te gusta demasiado la fiesta y que no soportas que todo el mundo vaya desfasado a tu alrededor. Una persona así lo tiene crudo en días como este, porque de lo que se trata en fin de año es de celebrar que el tiempo corre y que hemos de comprar un nuevo calendario para sustituir al viejo. Hay gente que se compra ropa interior roja, nos comemos una uvas tan rápido que no da tiempo a que se pelen o se les quite las pepitas, nos emborrachamos, hacemos propósitos de año nuevo que dejaremos a las dos semanas y nos ilusionamos con el futuro