De Quijotes y molinos
El jueves pasado empecé mis vacaciones de semana santa, sabiendo que cuatro días de esta semana serían ocupados en preparar clases y en corregir exámenes, con la cabeza llena de recuerdos desagradables referentes a la última clase que tuve en el colegio, sintiéndome medio incapaz de dominar a los niños y pensando que poco a poco me estaba convirtiendo en una especie de torpe mental, sin la agilidad que mi mente tenía en otros momentos de mi vida y con la mayoría de mis músculos tensamente agarrotados. Comencé las vacaciones sintiéndome aliviado por dejar atrás la animosidad e incoherencia que llenaba las gargantas de los niños que, durante la última semana antes de las vacaciones, estaban realmente insoportables. Pues bien, durante estas pequeñas vacaciones he visto que parte del problema al cual me enfrento durante estas semanas, es decir, parte de la culpa de tener estos sentimientos míos tan llenos de tristeza y de aceptada resignación es mía. Durante todo el tiempo que he estado tr