Volver (¿con la frente marchita?)
Me gustan Gardel y sus tangos.
A pesar de la mala calidad de la mayoría de grabaciones disponibles, durante unos cuantos meses pude escuchar varios álbumes remasterizados, en los cuales la calidad del sonido era similar a la de una grabación actual. No es que me viera a mí mismo en un arrabal de Buenos Aires, pero sí que me aprendí unas cuantas de las letras, y de vez en cuando, en algún escenario semi-amateur, me atrevo a cantar "El día que me quieras". Un romántico empedernido no soy, pero sí que es verdad que las armonías y melodías de los tangos son más que interesantes, y las letras, si bien un tanto obvias a veces, también nos hablan de muchas sensaciones y momentos por los que uno pasa en su vida. Para bien y para mal.
El título de esta entrada, con la interrogación entre paréntesis, tiene un doble significado: por un lado, deseo volver a escribir, a componer, a sentirme como lo que he sido siempre a pesar de, (o quizá debido a) mi enfermedad. Por el otro, las personas acostumbramos a echar en falta aquello que, se nos dé bien o mal, nos ayuda a evadirnos del malestar y de los defectos que tenemos. Así que, una de dos, o intento volver a escribir, o sigo acumulando las mismas malas sensaciones que han hecho que buena parte de mi vida haya sido una lucha constante contra mí mismo. Una lucha en la que siempre que intento vencerme, acabo perdiendo a la larga.
Hace casi seis años de la última entrada en mi blog de reseñas literarias, y casi nueve en este, el más personal de los dos. No sé con qué periodicidad podré escribir en este blog y en el otro, ni tampoco sé si mis fragmentos y retazos de prosa valdrán la pena. Quizá, con un poco de suerte, alguna reseña mía sirva para que alguien descubra un buen libro. No lo sé. Lo que sí que tengo claro es que necesito volver a escribir y, de algún modo, hacerlo público. Ya sé que a nadie le importan mis onanismos mentales tanto como para no perderse ni una sola de mis entradas, ni para escribir un comentario en cada una de mis entradas, pero sentado aquí, en mi sofá, con el portátil en el regazo, únicamente puedo decir que si "las nieves del tiempo platearon mi sien", esa experiencia no ha sido, ni será, en vano.
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